Este texto fue elegido por Tu Concurso Literario en el mes de mayo,
en el concurso ·Una flor para tï" y figura
en la antología "El árbol de la llama·
Su adoquinado irregular, lanzado como al
descuido en un día de tormenta, guarda el recuerdo de los tacones que lo
recorrían. En tardes adormiladas aún pueden escucharse los ecos de esos pasos
que, con un rítmico contoneo de caderas, invitaban a gozar de placeres poco
felices, en algún hueco no muy oculto de los muros de las pocas casas dispersas
en ese rincón del poblado.
Suspiros apresurados a cambio de escasas
monedas que aseguraban el mísero bocado para los niños que esperaban el regreso
de las “ellas”. Las criticadas entre
bambalinas, que partían con sus sonrisas dibujadas por rojos labiales, para
regresar un poco más ajadas al finalizar la jornada.
Cuerpos sin identidad, torturados por torpes
caricias, penetrados casi a la fuerza y abandonados con desprecio, sin siquiera
una mirada o una palabra de despedida.
Las “ellas” ahogaban los sollozos de la
desazón que se les anudaba en la garganta. Desfallecer hubiera sido claudicar y
no les estaba permitido.
Ahora no queda más que el recuerdo de esas
tortuosas historias en el cartel de la calle.
Ya los gemidos de sexo enajenado no se oyen
por la noche.
Aunque, en ciertas ocasiones, el ulular del
viento entre las piedras vuelve a convocar a los fantasmas en tacones, que
claman no ser condenados al olvido.
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