Este cuento ha sido publicado en la antología "Fusionando Palabras 2017"
resultado del concurso organizado por el Instituto Cultural Latinoamericaano
en el que he tenido el honor de haber recibido la Sexta Mención Especial.
Este cuento es un homenaje al amigo de mi abuelo que lo acompañó
durante los años en que sobrevivió al ACV que lo dejó imposibilitado
de comunicarse. durante todo ese tiempo iba a contarle las novedades
de los amigos en común y otras historias del barrio.
Andrés
era un joven abuelo al que le encantaban las reuniones del domingo donde reunía
familia y amigos. Todos disfrutaban de los ravioles caseros que Pepa, su
esposa, amasaba con amor. En esos almuerzos multitudinarios, las risas se
mezclaban con los juegos de los niños.
Los
nietos también disfrutaban las charlas y las anécdotas que el abuelo contaba de
su niñez en su España natal. Siempre terminaban cantando alguna canción en
gallego que nadie más entendía pero que les transmitía la tradición del terruño.
Un
aciago día, unos vecinos llevaron a Andrés a la casa. Lo habían encontrado
sentado en su auto, inconsciente. Una sombra de desgracia se extendió sobre la
casa, como un vestido de luto. En medio de los llantos de Pepa, el médico
explicaba que el desenlace era imprevisible, había que esperar. Al cabo de
varios días, Andrés reaccionó, pero ya no era el mismo. La mirada perdida en un
horizonte lejano que sólo él veía, dieron la pauta de su estado. No hablaba.
Con el tiempo logró incorporarse y caminar muy lentamente, pero no había
posibilidad de comunicarse con él.
Pepa
se convirtió en su enfermera, mucama, dama de compañía, peluquera. Se
terminaron las fiestas en la casa. Muchos no pudieron soportar el deterioro de
Andrés que se sentaba mirando la nada, sin un gesto que mostrara interés en lo
que lo rodeaba.
En
medio de tanta desgracia, Pepa le agradecía a Don José, el compadre de su
esposo que, en los ocho años que sobrevivió al ataque, no faltara ni un solo
jueves a la visita habitual para hablar con Andrés, aunque él nunca contestara.
Pero para Don José no era nada extraordinario, al fin de cuentas los amigos se
demostraban en las buenas y en las malas o no era amistad.
© Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual
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