¿Por
qué las medias, que nacen mellizas, puesto que a nadie se le ocurre fabricarlas
en un número distinto de dos, tienen esa extraña costumbre de quedar huérfanas
de su pareja ¿o se dirá viudas de su gemela?
En
todo caso es un misterio que trasciende las fronteras y deja el siguiente
interrogante: ¿adónde va a parar las medias perdidas?
Es
evidente que estas estrambóticas desapariciones son fruto de la vida moderna y
de su ritmo enloquecedor que obliga a la gente a hacer todo a las apuradas y
confiar demasiado en las máquinas.
Antes,
cuando las medias se lavaban a mano, se lo hacía siempre por pares ¿a quién se
le hubiera ocurrido la peregrina y desordenada idea de enjabonar una media azul
con otra roja? Esa herejía no pasaba por la cabeza de ningún ser humano que se
preciara de tal. Luego cada media era prolijamente colgada de la soga del patio,
al lado de su hermana, para estrechar lazos familiares y disfrutar juntas del
sol. Una vez secas, se procedía al ritual ancestral de estirarlas una encima de
la otra y comenzar a enrollarlas, a ambas a la vez, desde la punta del pie
hasta el puño. Cuando este rollo estaba bien logrado, sólo quedaba abrir el
puño de un miembro del par y como por arte de magia, envolver ambas medias que
quedaban protegidas en esa especie de nido acogedor, del que era imposible que
uno de los componentes de la pareja se escapara para ir a recorrer el mundo.
Finalmente se las acomodaba a todas en el mismo cajón en el que ya no corrían
ningún riesgo. El único peligro se ponía en evidencia en el momento de abrir el
cajón pues entonces, como impelidas por un ansia insaciable de libertad, podía
suceder que alguna de esas especies de esferas “mediales” saliera volando por
las aires para esconderse en alguno de los intrincados e inaccesibles laberintos
que se forman bajo la cama en estos casos, particularmente si uno está
verdaderamente apurado; es en ese instante fatal en que hacía su aparición el
perro de la casa, el que se mostraba como un experto cazador lanzándose bajo el
mueble cual flecha a la pesca de su presa, para salir a toda velocidad con el
trofeo en la boca e ir a destrozarlo alegremente en medio del patio. Por suerte
estos trágicos hechos no sucedían con demasiada frecuencia y la mayoría de las
veces la gente lograba salir de su casa a horario con las medias apropiadas
correctamente puestas.
Esto
cambió abruptamente con el arribo de la tecnología a los hogares y las medias
comenzaron a caer a granel dentro de los toneles de los lava y/o secarropas que
deben tener una salida secreta por la que se escapa alguna de estas rebeldes.
De otro modo ¿cómo se explica que se coloquen todas las medias en la máquina,
junto con las otras prendas y al terminar el lavado o el secado
sistemáticamente falte al menos una que se empecina en seguir desaparecida? y
por más que se revisen todos los vericuetos de los aparatos, todos los pliegues
de las demás prendas, la media continúa perdida. Y en el supuesto caso que por
algún extraño milagro logren salir todos los pares completos, como ahora
simplemente se arrollan en forma descuidada, desaparece alguna de adentro del
cajón sin dejar rastros.
Es
evidente que este problema se verifica a nivel mundial, ya que los arquitectos
diseñadores de muebles se jactan de hacer divisiones especiales para las medias
e impedir las desapariciones subrepticias. Pero por más que se gaste en estos
dispositivos, en la realidad, el resultado es más que paupérrimo y la gente
continúa guardando las medias solitarias en una bolsa separada, con el secreto
anhelo de recuperar algún día a las hijas pródigas.
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Muy ingenioso... y real.-
ResponderEliminarSigo busacando algunas mías.-
Hugo
Gracias Hugo!!!! Sí es muy real, casi todo el mundo tiene una bolsa de medias solitarias!
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