miércoles, 28 de diciembre de 2016

"PASIONAL" EL ÚLTIMO TANGO

Esta historia es un homenaje al tango, al Salón Augusteo que se encontraba en la asociación Unione Operai Italiani, a todos los que conocieron este salón y aman el tango. Este cuento obtuvo el premio "Roberto Peregino Salcedo"  otorgado por el Centro Cultural del Tango Zona Norte y ha sido publicado por la Editorial De los Cuatro Vientos. La imagen que acompaña, está inspirada en una gran pareja de bailarines y maestros de tango: Julia Berón y Carlos Parrello. Es un cuadro de mi autoría, ganador del premio en pintura 2016 del concurso de Arte y Literatura organizado por la Editorial Novelarte. 

      Estoy herido de muerte. Mi última esperanza está aniquilada. Mañana se cumplirá mi sentencia. No tengo escapatoria. Ya nadie me recuerda. Y pensar que fui tan feliz alegrando a tantas personas ¡Cuántas parejas tejieron sus historias de amor gracias a mí, entre mis paredes ahora derruidas! En estos años resistí por el recuerdo de glorias pasadas y gracias al esfuerzo de algunos que hicieron lo posible para rescatarme.
Todo fue en vano. De mi antiguo esplendor queda poco y nada. Los saqueos luego de mi cierre fueron catastróficos y un incendio intencional fue la última estocada, mi techo se derrumbó y ya nadie quiso o pudo hacerse cargo de las restauraciones. Y sin embargo tuve años venturosos cuando mi espacio se llenaba con todos esos obreros italianos que venían a disfrutar de las reuniones y los bailes recordando, con nostalgia, la tierra que habían dejado atrás, pero también felices por la vida que estaban construyendo en este nuevo país que les había abierto los brazos y ofrecido una nueva esperanza de progreso. Fueron décadas de apogeo y luego empezó mi decadencia. No podían ya mantener mis instalaciones. Otros tomaron la posta sin hacer grandes inversiones, desactivaron el hermoso teatro que me acompañó durante tantos años y yo sobreviví malamente gracias a las clases de tango que atrajeron sobretodo a muchos jóvenes ¡Qué placer volver a tenerlos bajo mi protección!
También venían muchos viejos a recordar sus buenos tiempos gracias a los compases del tango. Luego de las clases se abría la milonga, casi todos se quedaban y las mesas se llenaban. Yo volvía a revivir en esos momentos, poco importaba la pintura descascarada, las rajaduras del techo. Todos amaban las decoraciones, los espejos, las lámparas. En esos últimos meses de vida, mientras la música reunía aquí a tantos que soñaban estar en otra época, cuando entre mis muros todo brillaba, porque era una fiesta venir aquí, fui intensamente feliz.
"Homenaje al tango" Acrílico sobre bastidor
30x 40

Recuerdo la última historia de amor que compartí justo antes de mi clausura definitiva. Ella se llamaba Julia ¡Era tan bonita! ¡Y tan tímida! Trabajaba en un estudio de abogados acá a la vuelta. Siempre había soñado con bailar tango. Sus padres habían sido grandes bailarines que dejaban boquiabiertos a todos en las fiestas. Su papá le había prometido enseñarle cuando tuviera edad suficiente, un infarto inesperado dejó trunco ese proyecto y ella decidió venir como homenaje a él. Fue su amiga Silvia la que le insistió para que se quedara a la milonga luego de la clase.
—¡No seas tonta! Quedate a practicar, ¡es la única manera de mejorar!
—Pero soy principiante, todos quieren lucirse con buenas bailarinas, me falta mucho.
—¡Un ratito al menos! ¡Mirá, allá está Juan! ¡Creo que hoy es tu día!
Así fue como todo empezó.

—¡Mi querido Augusteo! ¡Gracias por recordarme!
—¡Julia! ¿Vos acá? ¿Cómo es posible? ¡Estás igualita!
—Me invocaste y aquí estoy, para acompañarte en tu última noche, nuestra última noche, en verdad. ¡Aquí fui tan feliz! ¡Cuánto me gustaba venir! ¡Y entre los brazos de mi Juan, cuánto más profundamente se sentía el tango! ¡Fue maravilloso! ¡Me sentía flotar entre nubes cada vez que me llevaba a la pista! Pasional, ése era nuestro tema, el primero que bailamos:
—¿En serio hace poco que empezaste? ¡Nunca lo hubiera pensado! ¡Sos liviana como una pluma! ¡Te dejás llevar maravillosamente bien! ¡Parece que hace años que bailamos juntos!

—A partir de esa noche teníamos nuestra cita informal todos los jueves y sábados. Él siempre impecable con su traje negro, su camisa blanca perfectamente planchada y ¡qué colección de corbatas tenía! La que más me gustaba era una azul de seda con puntitos celestes y blancos ¡todo un galán! Yo sentía latir nuestros corazones al ritmo del compás, sabía que él era el indicado. Ese último jueves nos despedimos con la promesa del vernos el sábado siguiente. Cuando llegué y vi la faja de clausura, no podía creerlo. Éramos muy poquitos los que no estábamos enterados de la noticia, y allí, delante de las hermosas puertas talladas, nos sentamos a llorar nuestra pena. Me quedé sola, esperando a Juan que nunca llegó. Al día siguiente fui con Silvia a su departamento, el portero no sabía nada de él. El dolor fue y sigue siendo insoportable, no paraba de llorar y cuando venía ese lunes al trabajo, al cruzar la avenida, un camión me liberó de tanto sufrimiento. Yo no tenía familia, nadie que me llorara, sólo vos, después de tanto tiempo tuviste un pensamiento hacia mí. Pasaremos los dos solos estos momentos antes de que la picota caiga definitivamente.
—Los tres querrás decir, mi amada Julia.
—¡Juan! ¿Cómo es posible? ¿Qué hacés acá?
—También volví gracias a tu recuerdo. Necesitaba explicarte que sigo amándote como el primer día.
—Pero desapareciste sin dejarme una nota ni nada.
—No, no fue así. Iba a pedirte que te casaras conmigo ese sábado, pero quería comprarte un anillo. Claro que no me alcanzaba la plata, pero a mí me gustaban las carreras, siempre me gustaron. De vez en cuando alguien me pasaba una fija. Me dieron un buen dato y me jugué todo lo que tenía ¡gané un montón de plata! ¡Iba a poder comprar las alianzas y pagar la fiesta! ¡Nunca había tenido tanta suerte!
—¿Y qué pasó que no llegaste? Tampoco me buscaste después.
—Un amigo se ofreció a llevarme en su auto, no era buena idea viajar en colectivo con tanto dinero. En fin, era una trampa, me apuñaló, me llevó cerca del Riachuelo y me arrojó atado a unas piedras, nunca encontraron mi cuerpo y mi último pensamiento fue para mi amada Julia. Me desesperaba saber cuánto iba a hacerte sufrir mi repentina desaparición.
—Entonces ¿tus sentimientos no han cambiado?
—¡Por supuesto que no! Y qué mejor que encontrarnos acá, donde nos conocimos. Bailemos hasta que termine la noche, hasta que lleguen los obreros a demoler los restos de nuestro querido lugar.
—Así, ¿sin música?
—Perdón, ¿se olvidan de mí? ¿Del célebre Salón Augusteo? La misma magia que los trajo hasta aquí también trajo a la orquesta ¡Música maestro!

Y así a medida que sonaba la música, el antiguo salón parecía renacer. Los enamorados volvieron a entrelazarse al compás de Pasional, como antes, como siempre.
Aún hoy, en el paraíso del tango, el Augusteo sigue brillando en todo su esplendor, mientras Juan y Julia continúan bailando su historia de amor por toda la eternidad.

Quienes quieran investigar la historia del Salón Augusteo pueden ir al sitio: 
http://www.ibr.com.ar/fervorxbuenosaires/option=com_content&view=article&id=144&Itemid=9999

 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual


jueves, 15 de diciembre de 2016

ESTACIONES

Estaciones de subte, todas iguales, grises, despersonalizadas. Una puede perderse en sus vericuetos y desaparecer para siempre, confundirse en el gris reinante, mimetizarse con sus paredes. 
Todos pasan de largo, indiferentes a lo que los rodea, sin mirar a nadie. 
Quiero gritar, pedir ayuda, pero mi garganta se ha transformado en piedra...


 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual

martes, 13 de diciembre de 2016

FINAL DE LA HISTORIA



Sabía que debía apartar de mi vida incluso su recuerdo. Y poder continuar mi camino, libre y sin arrastrar exceso de equipaje. Fue mi mejor historia de amor, pero para él sólo fui otro juguete en su colección. Había demasiado de él, en mi cuerpo y en mi casa. La lucha no fue fácil, pero finalmente pudo más mi necesidad de sobrevivir y quemé hasta sus cartas y fotos. Hoguera sanadora, con la última llama, se extinguió también todo sufrimiento. 
Al fin, logré ser feliz.

 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual