domingo, 26 de marzo de 2017

LA ÚLTIMA DISCUSIÓN

Este cuento ha sido seleccionado por Editorial Dunken
en su programa ROI, recepción de obra inédita,
para ser publicado en la antología "Relatos Inconexos"
¿De verdad creíste que iba a suicidarme? ¿Y que iba a hacerlo justamente por vos? ¡Por vos! ¡Ja! ¡Por vos que te ocupaste muy concienzudamente de destruir todos mis sueños, todos mis proyectos! ¡Hubiera sido el colmo! Pero, por supuesto, era tu objetivo ¡Negocio redondo! ¡Te quedabas con la casa, con mi casa, mi empresa y la conmiseración de todos por el pobre viudo sufriente! Pobre viudo, que tuvo que soportar durante todo ese tiempo a una esposa depresiva, exigente y eternamente insatisfecha como bien dejaste sentado, a mis espaldas, entre todos nuestros amigos y conocidos. Claro, quién iba a sospechar que un hombre tan íntegro, trabajador, simpático y encantador con todos, fuera en realidad un sicópata que en la intimidad mostraba su verdadera personalidad.
Te cansaste de ningunearme, de amenazarme en forma velada, de presionar sobre mis debilidades. Nunca se te ocurrió siquiera que yo fuera a reaccionar. No, por supuesto que no, eso no entraba en tus previsiones. ¡Tan bien habías preparado la trampa! ¿Cuánto hacía que estabas planificando “suicidarme”? Afortunadamente Angelita sospechó algo y me puso sobre aviso. ¿Te acordás del día en que fuimos a cenar a lo de Rosa? Antes de salir estuviste tan extrañamente gentil ofreciéndome un jugo de naranja, hacía mucho que no tenías esos detalles conmigo. Claro, al rato cuando ya  estábamos a la mesa y me descompuse, no quisiste acompañarme al servicio de urgencias, quisiste que esperáramos un rato. Pero te olvidaste del hijo de Rosa, el médico. Que casualmente estaba allí y se dio cuenta de que estaba descompensada y me salvó la vida. Después fingiste preocupación. Claro. ¡Había que disimular! En ese momento todos te creyeron, pero, no hay crimen perfecto. ¡Estabas tan apurado! ¡Tanto le insististe a Angelita que me vigilara porque te preocupaba que yo me excediera con los tranquilizantes! Yo apenas si tomaba una pastilla de vez en cuando y sólo si estaba muy estresada. Ella lo sabía muy bien. Así que me pidió que me cuidara. No era normal que un marido hiciera todo ese escándalo cuando su esposa detestaba tomar medicamentos…
Eso fue lo que te vendió. A partir de entonces me negué absolutamente a tomar o comer cualquier cosa que vos hubieras tocado. ¿Te acordás cómo te pusiste loco? Lógico. No había cómo mezclarme ninguna substancia extraña. Sólo tomaba agua de la canilla y traía comida comprada o comía en algún restaurant con mis amigas. ¿Qué podías hacer? Nada. Insistí con el divorcio y a pesar de todos tus intentos de convencerme de lo contrario, de tus promesas de cambio, de tus bonitas palabras, me mantuve firme. De todos modos manipulaste a nuestros amigos, mejor dicho tus amigos para que trataran de convencerme de mi error. ¡Qué patético! Confundiste mi serenidad con falta de convicción. Te olvidaste que aunque tarde en tomar decisiones una vez que lo hago nada me detiene.
Finalmente tuviste que aceptar lo inevitable y te mudaste. Dejaste la casa llevándote todos los muebles, los libros, las fotos, los discos. ¿Creíste que con eso yo iba a sufrir? Nada valía tanto como  mi libertad. Por suerte en unos días más estará todo terminado, para siempre.
Y ahora, ¿a qué volviste? ¿A tratar de inspirarme lástima? ¿De verdad creés que podés convencerme otra vez haciéndote el compungido? ¿O que no me dí cuenta de que tenés otra? Ni siquiera me interesa saber desde cuándo estás con ella. ¡Pobre! ¡Ni se imagina el paquete que se lleva! ¿Qué pasa que no me contestás? ¿Te hacés el idiota ahora? ¿Me estás tomando de idiota a mí? ¡Vamos! ¡Decí algo! ¿Por qué llorás? ¡No quieras hacerme creer el papel de arrepentido! ¡No te va para nada! ¡Claro, no querés escucharme! Nunca lo hiciste, no de verdad. ¿Por qué corrés por las escaleras? ¿Tan apurado estás para huir de la verdad que ni el ascensor querés esperar? ¿Adónde vas con esa urgencia? ¡Contestame, carajo! ¡Cobarde! ¡Cobarde! ¡No sos más que un patético cobarde! ¡Te hacés el macho pero si una te enfrenta no te dan las piernas para correr! ¿Qué hacés allí arrodillado en plena calle? ¿No te das cuenta de que la gente se agolpa a tu alrededor? ¿Qué hacés abrazando una enorme muñeca rota? ¡Parece que alguien la tiró desde un balcón! ¡Pobre! ¡Está hecha pedazos! ¿Por qué todos se acercan a palmearte el hombro? ¿Por qué te hablan de mí como si yo no estuviera presente? ¿Qué les pasa? ¿Qué les pasa a todos? ¿Por qué no me contestan? ¿Por qué se hacen los sordos? ¿Por qué fingen no verme? ¿Por qué? …

   © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual

jueves, 16 de marzo de 2017

JUEGOS DE NIÑOS

Este microcuento recibio una mencion del jurado en el concurso
 "Amando se entiende la gente"organizado
 por "Concursos literarios en español"



             Alicia soñaba con conocer otros países, otros mundos, si fuera posible. Huir del gris de su barrio, de su ciudad, habitada por gente aún más gris. Ella quería vivir en tecnicolor.

            Un día, jugando a hacer globos de chicle más grandes, Alicia sopló hasta que el suyo la levantó del piso para perderse en la inmensidad del cielo.


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