miércoles, 19 de diciembre de 2018

DESPUÉS DE LA EXPLOSIÓN

Este  poema fue inspirado por el cuadro de Quinquela Martín "Después de la explosión"
que lo ilustra y que fue premiado con una mención especial por 
el Instituto Cultural Latinoamericano que los incluyó en la 
antología Ensamblando Palabras 2018

Después de la Explosión 1950
Benito Quinquela Martín
Allí está.
Carcasa ennegrecida.
Dentadura de hierros retorcidos
gritando aún
el dolor de los muertos,
de los heridos,
de los inválidos
que fueron vomitados
por esa enorme boca estupefacta.
¿Qué pasó?
¿Cómo pudo suceder?
Nunca hay respuesta
ante tanto sufrimiento.

Esta mañana, vuelta al trabajo.
Para los que aún pueden hacerlo
y para los nuevos contratados.
Únicos beneficiados
de una suerte veleidosa
que hoy te sonríe seductora
y mañana te mata sin un pestañeo.

 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual

viernes, 7 de diciembre de 2018

LOS 44

Este poema recibió una mención  especial
en el concurso de homenaje a los marinos
del ARA SAN JUAN, organizado por el
Centro Cultural KEMKEM

Bajo un cielo azul de primavera
zarparon,
con su bagaje de sueños,
esperanzas y proyectos.
En sus lejanos hogares,
madres, padres, esposas,
hijos y hermanos
aguardaban, expectantes,
su feliz regreso.
En el muelle
bañado por el sol,
los alegres ladridos
de “Comando”
los despidieron
augurándoles  un viaje venturoso.
Se internaron en el azul profundo
del mar que tanto amaban.
Cuarenta y cuatro corazones
latiendo al compás de los motores,
se armonizaban
con la tarea compartida,
la camaradería
y el orgullo de submarinistas
que colmaban el interior
de la que sería
su última morada.
El ARA San Juan
se adentró en las profundas
y heladas aguas
para nunca más volver.
Allí quedó con su carga
de sueños, proyectos
y esperanzas cuando
los cuarenta y cuatro corazones
dejaron de latir al unísono.
En sus lejanos hogares,
madres, padres, esposas,
hijos y hermanos se llenaron
de dolor, tristeza y desazón.
Ríos de lágrimas
alimentan hoy el mar
en su afán de rescatar
a los que no regresaron.
En el muelle
barrido por el viento,
los aullidos lastimeros
de “Comando”
les rezan un eterno responso final.

 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual

viernes, 30 de noviembre de 2018

VIDA Y MUERTE EN EL HORNO DE LADRILLOS

Este cuento recibió el Primer Premio en narrativa en el concurso
Miscelánea organizado por la SADE Ituzaingó.
Es un homenaje a los niños víctimas del trabajo infantil,
muertos  trabajando como esclavos en los hornos de ladrillos 
de patrones inescrupulosos.


Juancito no duerme, tiene hambre, el frío lo entumece. No le dijo a la mamá, para que no entristecerla. Sólo comieron los más chicos. Él, con doce años, es el hombre de la casa, el papá murió bajo una pila de ladrillos. El patrón dijo que se descuidó, que la familia tenía que pagar por las piezas rotas.
Hace dos años, cuando cerró la fábrica donde estaba el papá, terminaron en la calle. Un día, en un camión, los llevaron al campo del horno, el único trabajo que pudo conseguir.
Juancito extraña la escuela y a la seño. La mamá llevaba orgullosa a sus hijos, bañados, calzados y con todos los útiles. El papá llegaba cansado del trabajo, pero feliz de mantenerlos. En esa época, ¡hasta carne comían! A veces trata de recordar el sabor del churrasco.
El patrón dice que así es la vida del pobre, lo demás es mentira. ¿Cómo va a ser mentira el churrasco, la escuela, las zapatillas?
Juancito anda descalzo, el frío le sube por el cuerpo y le aprieta el pecho. Lo bueno del horno es el calor, aunque el humo le dé tos. Los chicos tienen que cargar mil ladrillos en un camión, si no lo logran, no les pagan el día. Los brazos se retuercen de dolor, los cuerpos se encorvan; él carga más para que sus hermanitos no se agoten.
“Viven” en una casilla sin puerta, con ventanas tapadas con cartones y piso de tierra. Una mano de hielo le estruja el corazón y le impide respirar, cierra los ojos para no despertar.
La mamá abraza el frío cuerpo de su hijo, pero ya ni lágrimas tiene. Su único consuelo es que en el cielo, Juancito va a comer todos los churrascos que quiera.
 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual

miércoles, 22 de agosto de 2018

LAS TRES CARAS DEL FRÍO

Este cuento recibió una Mención Especial en el concurso internacional
de narrativa y poesía en homenaje a Gabriel García Márquez
organizado por la Sociedad e Escritores surbonaerenses.

Los hoteles en Bariloche están a pleno. Jolgorio para sus propietarios, felicidad para los esquiadores. Hacía años que no se veía tanta nieve junta a principios de temporada. Las altas cumbres y la ciudad se muestran igualadas por la cubierta blanca que les da un toque cinematográfico.
Las pistas de esquí rebosan de gente variopinta que disfruta deslizándose por las laderas como en una reminiscencia de la niñez. Las risas se mezclan con los platos exóticos y las bebidas alcohólicas con las que se regalan, luego de haber agotado su cuota de esquí o de snowboard de la jornada.
Jorge, o George como le dicen sus amigos, está exultante, es el modelo publicitario del momento y las hermosas esquiadoras que llegaron en esta semana se lo disputan sin disimulo. Él es el rostro de la marca de los más caros equipos de esquí, livianos y ultramodernos, que se venden en Europa y los Estados Unidos. Se siente privilegiado. Bien protegido con su ropa exclusiva, se cree por encima de los demás que no saben aprovechar los placeres de ese paisaje maravilloso y de las oportunidades que este les brinda.
Mientras tanto, el aeropuerto atestado muestra una cara diferente. Las condiciones climáticas impiden la partida de los vuelos desde hace varios días. Los frustrados pasajeros agotaron las protestas que cayeron en sordos oídos ya que la ley vigente no hace responsable a las compañías por problemas meteorológicos. Las instalaciones se transformaron en conventillos o en villas miseria improvisados, con gente durmiendo por todas partes.
Norma tuvo suerte de encontrar una mesa donde acostar a sus hijos mientras ella se las arregla con una silla; sabe que otros, menos afortunados o menos previsores, no tuvieron otro remedio que tirarse por el piso. Con los hoteles ocupados al ciento por ciento, imposible conseguir habitación.
Como si todo fuera poco, explotó la cañería de calefacción, así que, encima, los pasajeros tuvieron que agradecer a la gendarmería y a los militares, que les distribuyeran mate cocido caliente y frazadas. Los casi veinte grados bajo cero no perdonan a nadie y calientan la codicia de los concesionarios del aeropuerto que llegaron a cuadruplicar o quintuplicar los precios. “Atrapados sin salida” es la respuesta que dan a los periodistas que les preguntan por su estado de ánimo.
Tampoco salen los micros por el estado de las rutas y en la terminal se ven casi las mismas escenas que en el aeropuerto, aunque con menos glamour. También aquí dejó de funcionar la calefacción. El jefe de la terminal vio tambalear su puesto de trabajo por haber distribuido café gratis entre los pobres pasajeros anclados en el edificio.
En las afueras de la ciudad las estancias están aisladas. Puesteros y peones, abandonados a su suerte por los patrones, carecen de comida y de leña para calefaccionarse o cocinar. De los dueños, ni noticias, como no fueran los whatsapps que enviaron intermitentemente preguntando por las ovejas o las cabras. Las comunicaciones están cortadas y los caminos intransitables.

Don Francisco, con sus ochenta años, apenas logra despejar un tramo de camino para llegar al depósito donde queda algo de leña. En su despensa solo hay unos paquetes de yerba y una bolsa de bizcochitos que tiene que administrar porque su experiencia le indica que el panorama no va a despejarse rápidamente. Varias ovejas murieron atrapadas en la nieve; pero sabe que no puede ni debe tocarlas aunque el hambre lo empuje, el patrón podría acusarlo de robo. Piensa en sus nietos. El rancho donde viven no es mejor que el suyo y también deben estar aislados. Con los chicos es terrible cuando no hay para comer. Seguro que con la nevada su hija y el marido no han podido ir al pueblo a aprovisionarse. No hay electricidad tampoco y su celular ya está descargado. Lo último que escuchó en la radio portátil, antes de que murieran las pilas fue: “Festival de nieve en Bariloche. Felices los hoteleros con el boom en estas vacaciones de invierno que activaron el turismo”.


 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual

sábado, 30 de junio de 2018

LA CALLE DE LOS SUSPIROS

Este texto fue elegido por Tu Concurso Literario en el mes de mayo, 
 en el  concurso ·Una flor para tï" y figura 
en la antología "El árbol de la llama·



Su adoquinado irregular, lanzado como al descuido en un día de tormenta, guarda el recuerdo de los tacones que lo recorrían. En tardes adormiladas aún pueden escucharse los ecos de esos pasos que, con un rítmico contoneo de caderas, invitaban a gozar de placeres poco felices, en algún hueco no muy oculto de los muros de las pocas casas dispersas en ese rincón del poblado.
Suspiros apresurados a cambio de escasas monedas que aseguraban el mísero bocado para los niños que esperaban el regreso de las “ellas”. Las  criticadas entre bambalinas, que partían con sus sonrisas dibujadas por rojos labiales, para regresar un poco más ajadas al finalizar la jornada.
Cuerpos sin identidad, torturados por torpes caricias, penetrados casi a la fuerza y abandonados con desprecio, sin siquiera una mirada o una palabra de despedida.
Las “ellas” ahogaban los sollozos de la desazón que se les anudaba en la garganta. Desfallecer hubiera sido claudicar y no les estaba permitido.
Ahora no queda más que el recuerdo de esas tortuosas historias en el cartel de la calle.
Ya los gemidos de sexo enajenado no se oyen por la noche.

Aunque, en ciertas ocasiones, el ulular del viento entre las piedras vuelve a convocar a los fantasmas en tacones, que claman no ser condenados al olvido.

 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual

jueves, 21 de junio de 2018

LUNA POETA

Este poema forma parte de la antología Luz de Luna IV
publicado por Diversidad Literaria y fue seleccionado
entre los más de 800 poemas recibidos.
La luna llena
entra por mi ventana,
sin pedir permiso.
Se desliza,
discretamente,
sobre mi almohada.
Mi oído es un cántaro
donde vierte el caudal
de esas historias,
que escribo en la mañana.

 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual

domingo, 27 de mayo de 2018

QUERIDO PABLO

Este cuento forma parte de la antología "Cuento dentro de Cuentos"que 
Editorial Dunken publicó en mayo de 2018 como parte de la clínica de Intertextualidad  dictada por Marita Rodríguez-Casaux

Elsa despertó esta mañana con los poemas de Neruda en la cabeza. Siempre le habían gustado esos versos tan trágicos, tan dolorosos.
Miró a su esposo que seguía durmiendo plácidamente.
"Me gustas cuando callas porque estás como ausente". ¡Qué gracioso!
"Estás como ausente", se repitió mientras iba a la cocina a dejar preparadas la cafetera y la tostadora antes de darse una rápida ducha.
"Me gustas cuando callas". Recordó que "el silencio es salud" y no encendió la radio por primera vez en mucho tiempo.
¡Qué placer disfrutar de la tranquilidad ahora que los chicos ya no vivían con ellos! ¡Cuántos años de ruidos, gritos, llantos, música a todo volumen y los "Mamá me olvidé el mapa que necesito para geografía", "tenés que llevarme a patín, hoy la mamá de Guada no puede", "Felipe me empujó y me tiró la leche" y los perros ladrando y corriendo alrededor de todos.
"Me gustas cuando callas", ¡si habrá soñado entonces con disfrutar de ese silencio esquivo! Y Jorge que roncaba y ella que no lograba dormir: los ojos como dos enormes lunas de eclipse imposible, el cuerpo agotado, rogando que el sueño la venciera; pero era inútil.
Ahora, sólo se oía el tintineo de las tazas mientras servía el café antes de despertar a Jorge. Raro. Hoy hubiera querido escuchar algún grito, algún ladrido.
"Porque estás como ausente"
–¡Jorge! ¡Ya está el café!
Las tostadas saltan de la tostadora. El aroma se expande, atrae, tienta y atrapa. ¡Y Jorge que no viene! La manteca y la mermelada ya están en la mesa.
¡Falta el jugo de naranja!
"Me gustas cuando callas".
Hoy parece que Jorge está más remolón que de costumbre. Que de costumbre desde que se jubiló, porque antes nadie lo paraba, era como un dínamo.
"Estás como ausente".
–¡Jorge! ¡Se enfría el café!
Seguro que va volver a decirme de ir al club de los jubilados, a bailar tango el sábado; pero con lo mal que ando de las piernas no quiero hacer papelones.
–¡Jorge! ¡No pretenderás que te traiga el desayuno a la cama! Después, ¿quién saca las migas? ¡Vamos! ¡Jorge!
"Ausente y dolorosa como si te hubieras muerto".
¡No! ¡No puede ser!
–¡Jorge! ¡Jorge!
Elsa lo sacude como poseída mientras siente que las lágrimas la ahogan.
"Como si te hubieras muerto".

–¡Mujer! ¿Te volviste loca? ¿Qué te pasa? ¿Querés matarme? ¡Vas a arrancarme el brazo!
Se quedó con la boca abierta. Los versos de Neruda le habían jugado una mala pasada. Suspiró aliviada. Lo abrazó como si hubiera reaparecido luego de un naufragio.

"Una palabra entonces, una sonrisa bastan y estoy alegre, alegre de que no sea cierto".

 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual

domingo, 13 de mayo de 2018

HUELLAS EN LA ARENA

Este microrrelato fue publicado por Diversidad Literaria
en su antología Microatardeceres  I

Un hermoso cielo naranja resplandece en esta hora de un crepúsculo naciente. Los pasos en la arena dan fiel testimonio de nuestra historia de amor. 
Fue aquí donde en otro lejano atardecer, nos juramos amor eterno. Luego, junto a nuestras huellas, se unieron las pequeñas de los hijos que fueron creciendo. 
Hoy, son sólo las nuestras, de pasos más cortos, pero siempre a la par.  

 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual

martes, 8 de mayo de 2018

EL JUEGO DE LA VIDA

Este poema fue seleccionado por Diversidad Literaria
para ser incluido en su antología "Tragedias Poéticas III"

Tragedia y comedia,
fatalmente entrelazadas,
danzan al compás
de la música del destino.
Fugaces auroras boreales,
juegan en un cielo tornasol
tiñendo nuestra vida
con sus colores.
Ninguna es eterna,

viven para alternarse.


 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual

domingo, 8 de abril de 2018

DESIGNIO DIVINO

Este relato fue seleccionado por el blog "Tu concurso literario"
en su concurso del mes de febrero y está publicado en el libro
Nocturno de fuego

"Primero la obligación, después la devoción" repetía mi abuela gallega como un mantra que cumplía a rajatabla.
Devota del trabajo, cuando una aspiradora era un artefacto maléfico y un lavarropas, un trasto inútil que "ni siquiera deja la ropa limpia", ella no paraba de fregar, cocinar, lavar, planchar y demás menesteres hogareños. Ni siquiera se permitía una siesta porque: "Primero la obligación, después la devoción". También lo repetía justo antes de rezar el rosario, siempre vestida de negro. No llevaba luto por alguna desgracia familiar, ella no podía ni imaginar la vida sin tragedias. Que la gente se divirtiera era casi un pecado. "Primero la obligación, después la devoción".
Tardé mucho en darme cuenta de que para ella no existía la posibilidad de la diversión. No tenía lugar en su vida.
"Primero la obligación, después la devoción". Quiso signar la vida de todos con su famosa divisa, tal cual la recibió de sus mayores. Nunca pudo olvidarla. Lo peor: logró inculcársela a sus hijos haciéndolos infelices.
Trató con todas sus fuerzas de encarnar en nosotros, sus nietos, ese mandato. Fue en vano, no nos seducía la idea.
Supongo que la abuela habrá sufrido mucho al vernos rebeldes a su principio de vida. Pero, no fuimos necios. Algo de obligación, sí, es políticamente correcto. ¿La devoción?, buena para los muy creyentes. No era nuestro caso. Y logramos reelaborar la idea: "Cumplamos con la obligación sin privarnos de la diversión". Si pudiera escucharnos, se revolvería en su tumba.

 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual

sábado, 31 de marzo de 2018

NOCHE DE INSOMNIO

Este poema a ganado una mención especial en el 
Concurso Poetas de Habla Hispana, organizado
por Letras como Espada en el mes de febrero 2018
y se encuentra publicado en la antología Refugio


En este amanecer
los recuerdos me invaden,
llegan a mi mente sin permiso.
Sólo aparecen, así, simplemente.
Pareciera que mi voluntad
se diluye ante su fuerte presencia.
Y tu imagen crece,
me apabulla y me obliga a recordar.
Recordar los tiempos idos
en los que juntos caminábamos
en playas y bosques, ciudades y campos;
con el mundo a nuestros pies
y un venturoso futuro ante nosotros.
Hasta que un aciago día
el cruel azar nuestra vida cambió.
No pude ganarle a la muerte para retenerte;
pero jamás en verdad te alejaste.
En amaneceres como éste apareces
a darme un nuevo beso de amor
que se clava en mi alma solitaria y vacía.

 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual

lunes, 5 de marzo de 2018

EN LAS TIERRAS DEL GLACIAR

Este cuento fue seleccionado por Letras con Arte 
para formar parte de la antología "Viajeros"

Anita había siempre soñado con conocer el glaciar Perito Moreno. Había visto innumerables filmaciones donde se lo veía atravesando el lago Argentino, se escuchaban los ruidos que anunciaban el desprendimiento de algún enorme trozo de hielo que se hundía en las aguas del lago hasta que quedaba un puente de agua helada que finalmente también se desmoronaba por completo. Entonces, las aguas divididas por la intromisión del río congelado, volvían a unirse por algunos años hasta la culminación del nuevo ciclo.
Nunca pensaba en el frío que haría allí, total pensaba viajar en verano. El frío no le gustaba, lo padecía en verdad; pero el glaciar ejercía en ella una atracción hipnótica, como la de un amante que se conoce a distancia y cuyas promesas encantan el alma con la ansiedad del encuentro.
Ese año decidió que ya era suficiente, que tenía que emprender el viaje. Lo organizó con varios meses de anticipación. En esa época no existía internet y sólo las grandes empresas tenían computadoras. Todo se hacía por teléfono y tampoco era sencillo ni rápido.
Así llegó el día de la partida en avión, primero a Ushuaia, donde pasaría una semana. Luego otro vuelo a El Calafate con escala en Río Gallegos.
El viaje se reveló como una experiencia iniciática. Todas las etapas se sucedieron con la precisión de un reloj suizo. Las excursiones en Tierra del Fuego habían resultado muy interesantes y había conocido a dos muchachos muy simpáticos, Mirko y Abel, con los que compartió varios trayectos. Pero Anita no veía la hora de hacer el viaje de sus sueños. Cuando llegó el momento, las casualidades hicieron que ella coincidiera con sus nuevos amigos en el mismo vuelo.
El Calafate era entonces una pequeña aldea de cuatro o cinco cuadras de largo por dos  de ancho. Una pizzería y un par de bares era casi todo lo que “animaba” el centro.

El segundo día, los tres tomaron una excursión hacia el Perito Moreno, en una combi que compartían con otros cinco viajeros. En el parque nacional apenas había un café, no muy grande ni lujoso. El hotel que daba al lago se había incendiado años atrás y todavía no había sido reconstruido. La naturaleza se mostraba salvajemente indomable. El vehículo se detuvo en un mirador desde el cual se descubría el glaciar en todo su esplendor: una enorme, majestuosa barrera de hielo que atravesaba el lago y se internaba en el continente. La luz del sol jugaba sobre la superficie helada, reflejándose como en un enorme caleidoscopio de tonos azules.
Mirko y Abel decidieron seguir a pie desde allí, ambos eran avezados montañistas. Anita siguió hasta la parada final, con los otros turistas.
Ante la inmensidad del glaciar, ella comprendió la fascinación que ejerce en las mentes de los que lo observan. Era como haber girado en un recodo del camino y encontrarse inmersa en la prehistoria del planeta. El magnetismo de la masa de hielo la atrajo sin ningún filtro. Iba sola por un sendero en lo alto, frente al lago, Tropezó con una piedra justo en el borde de la ladera que caía casi a pico. Empezó a descender, a cada paso con mayor velocidad. No había de dónde agarrarse, nadie a su alrededor. Recordó la historia del equipo de filmación alemán, que había sido arrastrado al fondo del lago por el vacío que se forma al caer algún trozo de hielo muy grande; ellos se habían ubicado imprudentemente cerca para realizar unas tomas.
Por un instante, sintió una enorme paz interior. Ante lo inminente, sólo atinó a relajarse y encomendarse a lo que fuera que maneje los hilos del destino. De repente apareció un hombre vestido como uno de esos leñadores de las películas, desmesuradamente grande. La tomó por los hombros y frenó su caída. Anita seguía serena, como si lo sucedido fuera algo habitual en su vida. El hombre se aseguró de que estuviera bien plantada en el camino y, en un abrir y cerrar de ojos, desapareció tan misteriosamente como había surgido.
Después, los lugareños le contaron que hechos semejantes suelen ser más frecuentes de lo que se cree en esa zona, ya que los ángeles suelen bajar del cielo usando las montañas circundantes como escaleras. De ser necesario, se materializan en diversas formas ante los ojos de quienes estén preparados para verlos.
─¡No podés creer semejante cosa! ─dijeron Mirko y Abel cuando horas más tarde volvieron a encontrarse. ─Te habrás insolado o tenías resaca de la cerveza de anoche.

Anita no discutió con ellos, se limitó a sonreír mientras jugueteaba con la pluma blanca que había quedado enganchada en el pliegue del puño de su campera.


 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual