Este cuento ha sido publicado por Editorial Dunken
en la antología grupal "GOCE"
Este tipo está completamente
loco. ¡Es un enfermo! Me tiene atrapada en esta cueva horrible. No estoy sola,
hay muchas aquí conmigo y también hay otras encarceladas en distintos lugares
en esta misma casa.
No sé cuántos días pasaron,
no tengo noción del tiempo encerrada en esta especie de caja oscura y húmeda,
sin ventilación. Me siento desesperada, tengo que encontrar la forma de salir. Seguramente
entre todas podríamos lograrlo.
— ¡Estás loca! ¿Cómo
podríamos escapar de aquí? No hay forma. No somos lo suficientemente fuertes. Y
no vendrán a rescatarnos. No saben, ni sospechan que él nos tiene atrapadas.
— A mí, nadie me espera afuera, así que prefiero
quedarme.
— Seguro que a
nosotras preferirían no vernos nunca, o sólo nos esperaría odio y malos tratos.
— Yo estoy muy enferma, hace mucho que estoy acá,
el moho me está matando, no voy a durar demasiado así que no vale la pena, es
más, mejor si no me encuentran.
Ellas tienen razón, pero mi
caso es distinto, estoy segura de que Yousef me espera con ansia y estaría
feliz con mi llegada.
¡Pobre Yousef! ¡Qué solo y
triste debe sentirse! Claro que su nombre real no es Yousef, se llama José pero
como le puso a su negocio “El Palacio de Yousef”, naturalmente todos lo llaman
así. Pensar que viajó por una semana a comprar algunas mercaderías que le
hacían falta y quedó atrapado por la guerra que estalló al día siguiente de su arribo.
Sin poder comunicarse directamente, no hay electricidad ni internet allá, logró
hacerle llegar una carta a María recién un mes más tarde. Está oculto en las
montañas, en una cueva, lejos de todo, junto a dos de sus proveedores conocidos.
Algunos niños pueden, cada tanto, transportar alguna carta hasta una estafeta
postal.
¡María se puso tan feliz al saberlo con vida!
Estaba segura de que no le había pasado nada, a pesar de lo que le decían amigos
y familiares. Ella hubiera ido a reunirse con él, pero es muy peligroso. Esa
gente es muy fanática y no les tiembla el pulso para pasar a degüello a quién
consideran su enemigo o enemigo de “la causa”.
Además está Juan que apenas tiene tres años y,
en realidad, la noticia del nuevo embarazo le llegó justo antes de que Yousef
se fuera pero ella decidió esperar su regreso para anunciárselo. Por eso tengo
que salir, María me encargó esta importante noticia. Y ella misma me dejó en el
transporte que debía llevarme a tomar el avión. Podía sentir su emoción en el
temblor de su mano y estaba convencida de que al llegar a destino, alguno de
los niños lograría atravesar el cerco y hacerme llegar hasta él. Necesita
templar su espíritu para resistir y poder volver a los brazos de María.
Pero este loco se interpuso.
Fingió conducirme al aeropuerto, parecía tan simpático, tan competente.
Me raptó y no pude evitarlo. Tampoco las otras
pudieron. ¡Somos tantas las secuestradas! Él siente un placer malsano al sabernos
en su poder, indefensas, sin posibilidad de escapar.
A veces nos saca de nuestro
encierro, de a dos o de a tres y se regodea manoseándonos y estrujándonos
contra su cuerpo sudoroso y maloliente. Maldito asqueroso. Lo odio y creo que
él lo sabe. También debe presentir mi resistencia. En el fondo sabe que estoy
decidida a huir de aquí y cumplir mi misión.
¿Y si fuera demasiado tarde?
No. Imposible. Yousef no pudo haber muerto. Tiene que estar vivo y yo tengo que
darle mi mensaje.
— ¡Basta! ¡Con tus
ideas locas vas a hacer que se vengue y nos elimine de alguna forma horrible!
¡No tenés idea de lo que es capaz! Estamos aisladas, indefensas. Ya una vez, en
un ataque de furia, encendió una hoguera
y lanzó a varias a su fin. ¡Tendrías que haberlo visto cómo se deleitaba
mientras lo hacía! No se inmutó con los gritos de sufrimiento y terror que se escuchaban
con toda claridad. Estaba sordo a tanto dolor. Mejor que no se entere de tus
intenciones o vamos a pagarlo todas nosotras.
Me entristece la actitud de
las demás. Están entregadas. No quieren hacer nada. Si nos uniéramos seguro
podríamos abrir un hueco y escapar, sola es imposible. Tampoco entiendo bien
qué está pasando. Me parece que hace mucho que no lo escucho, que no viene por
aquí. ¿Habrá decidido irse y dejarnos libradas a nuestra suerte en este
horrible encierro?
Pero, ¿acaso estoy soñando? ¿Será
mi deseo de libertad? Creo que se oyen unos ruidos diferentes, como si
estuvieran derribando una puerta y volteando los muebles ¿Un milagro tal vez?
¿Vendrán a rescatarnos? ¿Llegaré finalmente hasta Yousef?
— Jefe, mire, acá hay
más. Quién sabe desde cuándo lo estaba haciendo. Algunas llevan años acá. Son
demasiadas, varios miles calculo. ¿Para qué las quería? Ahora se entiende cómo
hacía el reparto tan rápido. Claro, se traía a su casa la mayoría de las cartas.
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