domingo, 14 de junio de 2020

LA CHICA DEL TAPADITO BLANCO

Con este cuento gané el Segundo Premio en narrativa del concurso internacional 
"Seleccionados 2020" organizado por el Instituto Cultural Latinoamericano

Así le decía tía Elvira a Susana ya que, como no le caía bien, no se esforzaba en recordar su nombre.
En la escuela todas soñábamos con tener un tapadito como ese, pero nuestras madres tenían el defecto de ser demasiado prácticas: imposible pagar tanto de tintorería. Así que no había otro remedio que consolarse con el aburrido marrón, el clásico azul marino o el poco frecuente, por revolucionario, rojo.
Susana llegaba siempre impecable y muy oronda con su tapadito blanco. Se lo habían comprado los padres en los Estados Unidos. Cuando lo mencionaba, usaba ese tono lleno de mayúsculas que parecía invitar a ponerse de pie y hacer una reverencia, como una especie de homenaje a tan importante evento.
Un día tía Elvira no pudo contenerse y le lanzó:
—¿Siempre usás ese tapadito? ¡Tus padres deben gastar fortunas para mandar a limpiarlo!
—¡No crea, señora! ¡Es una tela especial que refleja la pureza del alma!
A tía Elvira casi le da un soponcio. No tanto por la increíble explicación de la blancura del dichoso tapadito, cuanto por haberle dicho “señora”, a ella, tan orgullosa de su virginal soltería.
—¡Esta chiquita me quiso tomar el pelo! ¿Quién se cree que es? Para mí que está algo “tocada”.
—¡Ay, tía! ¡No exageres! Fue solo un chiste.
No había caso. Tía Elvira se quedó con la sangre en el ojo esperando la oportunidad de poner en evidencia el embuste.
La ocasión se presentó cuando Susana llegó a casa envuelta en su níveo abrigo. Tía Elvira, como quién no quiere la cosa, se ofreció a servirnos un café. También nos preparó tostadas y platitos con manteca y mermelada casera, mientras nosotras nos poníamos al día con las historias de amor propias y ajenas. Cuando nos llevó la merienda se salpicó una mano con el dulce y salió a las apuradas a limpiarse. Estaba tan nerviosa la pobre, que no pudo evitar tropezarse con la alfombra y apoyarse en el tapadito blanco que colgaba del perchero. La sonrisa sardónica que se le dibujó en la cara se borró instantáneamente.
—¡Les juro que vi desaparecer la mancha de mermelada en cuanto se formó sobre la tela!
—¡No me vas a decir que quedaste sugestionada con las historias de Susana! Siempre se inventa alguna. Es muy ingeniosa.
No hubo caso. Tía Elvira se obsesionó cada vez más con el “misterio” del tapadito. Nosotros temíamos que la senilidad se estuviera manifestando; pero mamá sostenía que su hermana siempre había sido muy peculiar.
Una tarde, no aguantó la tentación. Mientras Susana y yo estábamos en mi cuarto organizando las vacaciones, tía Elvira aprovechó para ponerse el famoso tapadito. Fue a admirarse frente al espejo, convencida de que lo haría brillar como si fuera de plata. Al ver su imagen reflejada, le pareció ver que el tapadito tenía un tono agrisado.
“Debe ser esta luz de mierda” pensó enseguida. Automáticamente el tapadito se oscureció aún más. “Mejor me lo saco y le paso una espuma seca para limpiarlo y dejarlo como nuevo”.
Cuando trató de desabrocharlo, los botones se negaron a deslizarse fuera de los ojales, como si el tapadito rechazara la idea de dejarla en libertad. ¿Se estaría vengando de su osadía? Más luchaba para desprenderse del abrigo, más se achicaban los ojales. En realidad, le daba la sensación de que el tapadito todo se estaba reduciendo. Empezaba a sentir que se asfixiaba.
Volvió a mirarse en el espejo. Se horrorizó al ver su cara, sus manos y sus pies rojos e hinchados. Quiso gritar por ayuda. El cuello del tapadito se cerró aún más cortándole la respiración.
Así la encontramos: muerta sobre la alfombra de su habitación. El tapadito de Susana estaba allí, prolijamente extendido sobre la cama de la querida tía Elvira. ¡Dios la tenga en su gloria!

 © Mirta Mineo - Todos los derechos reservados - Inscripto en el Registro Nacional de la Propiedad Intelectual

3 comentarios:

  1. Hermoso misterio.....
    A mi vecina le pasó algo parecido....
    Pero al revés, el tapado era gris y ella se lo puso, Zas....se puso blanco inmaculado...
    Nunca fuimos amigos con ella.
    Beso grande

    ResponderEliminar